Como pueeeeeeeeeeeerrrrrrcos en el barro

No hay nada como pasar la noche en la Zaigua y tener todas nuestras cosas alrededor, además de dormir en nuestra cama en medio de la naturaleza sin ningún ruido alrededor, definitivamente ha sido una buena noche.

 

Al salir el sol comenzaron a llegar trabajadores al volcán para limpiar los restos de barro del día anterior en los accesos. Hablando con la persona encargada de los tickets (la entrada cuesta COL$5000 por persona) nos comentó que mensualmente llegan alrededor de 3000 turistas deseosos de llenarse de barro desde los pies hasta la cabeza. Nos parecía mucha gente para un lugar tan pequeño, pero ayer ya comprobamos que recibían bastantes visitantes. No queríamos estar en un charco de lodo como en una piscina sin poder embarrarnos a gusto por lo que a las 8 ya estábamos chapoteando en el lodo.

El volcán tiene una altura aproximada de 20 metros y hay que subir unas escaleras muy pronunciadas para poder llegar al lodo, el Volcán Totumo es uno de los más altos de éste tipo (en todo el mundo hay alrededor de 700). Técnicamente no es un volcán sino que es una formación que se originó a partir de emanaciones de gas relacionadas con yacimientos petroleros, pero popularmente se le llama volcán.

 

Al principio experimentamos una sensación rara pero agradable especialmente porque el barro todavía estaba fresco de la noche anterior. Poco a poco nos introducimos en el lodo hasta que nos embarramos completamente (un error porque me entró barro en los oídos) y disfrutamos de una “mascarilla corporal” de barro. El lodo es muy denso y es imposible sumergirte en él, nos olvidamos de bucear…


Al poco rato empezó a llegar más gente pero no se convirtió en algo agobiante (el lugar para “bañarse” era muy reducido). Cuando nos cansamos de ensuciarnos, bajamos el volcán y nos dirigimos a un lago que se encuentra a unas decenas de metros para quitarnos el lodo. Allí había mujeres que si lo deseabas te bañaban pero preferimos hacerlo por nuestros propios medios.

Después de un buen rato quitándonos el barro, salimos del agua, recogimos todo y nos pusimos otra vez en camino. Nos comentaron que podíamos parar en la playa de Santa Verónica que está a unos 30 minutos del volcán y hacia allí nos dirigimos.

Santa Verónica es un pequeño pueblo costero en el que hay bastantes restaurantes en frente de la playa para pasar un día relajado. Buscamos un lugar donde aparcamos la Zaigua sin ser molestados, desayunamos y fuimos a nadar. La playa está tranquila y tiene poco oleaje pero hacía mucho viento.

 

El resto del día lo hemos dedicado a seguir poniendo al día la página web y a disfrutar de nuestra libertad al aire libre, nos gustó mucho Cartagena pero ya echábamos de menos la vida zaigüera.

 

David

 

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