Día en el agua

El lugar en que dormimos es sumamente tranquilo durante la noche, solo se escuchan los grillos, muchos grillos… Despertamos muy temprano, la mañana estaba fresca, el suelo como si acabase de llover y un montón de mosquitos de tras de nosotros.

 

Para las siete y media de la mañana escuchamos que un carro llegaba. Nos apuramos a poner lo necesario en la mochila, cerramos la Zaigua y comenzamos el camino hacia la “Quebrada Valencia”.  En el auto iba una familia, los dejamos atrás por bastante.

 

 

Caminamos al lado de un riachuelo todo el camino, al principio el sendero está rodeado de platanares entre los que escuchábamos movimiento, de pronto vimos a los soldados que estaban entre las palmas de plátano camuflados, detrás de ellos las tiendas de campaña en las que se quedan. 

 

Conectándonos al árbol
Conectándonos al árbol

El camino es sencillo, solo es cuestión de seguir un sendero bien marcado. El paisaje siempre verde.  Después de los platanares hay un enorme árbol, un laurel de la India según nos dijeron, sus raíces crecen por debajo y de ellas nace un nuevo árbol; tiene barbas largas y gruesas en todas sus ramas – me recordó el árbol de Avatar- , verdaderamente hermoso e impresionante. 

 

Llegamos a la quebrada, se veía el agua caer desde lo alto deslizándose por las rocas y formando surcos en la piedra. El sol tenue detrás de la montaña. Comenzamos a subir por las piedras. Un niño nos dijo ayer que había una poza profunda para nadar, así que fuimos en su búsqueda. Después de trepar y saltar muchas rocas llegamos a la poza, pequeña y profunda, el agua fría y limpia. La cascada caía y renovaba el agua. 

 

Éramos los únicos en el lugar, la familia se había quedado bastante atrás. Nadamos un rato, el frio me ganó rápidamente así que mientras David se cansaba yo me puse a ver los grandes peces que nadaban junto con él en la poza.  Después de un rato – no muy largo- llegó el ‘salvavidas’ con un flotador atado a una cuerda y lo lanzó al agua. Explicó que es común que el agua fría cause calambres a la gente y debido a la profundidad es necesario alguien que vigile para evitar algún accidente. A los pocos minutos llegaron dos chicas, eran parte de la familia, el resto gritaba desde abajo cosas que no entendí.

 

David salió del agua y comenzamos el descenso, apenas después de unos seis metros me resbalé y reboté unas tres veces sobre la roca que por suerte era casi lisa, mojados ya no era tan fácil manejarnos sobre las rocas.  Logramos bajar en una pieza, el resto de la familia –otras nueve personas- se habían quedado en la primera poza – para la cual no es necesario subirse a las enormes piedras y no tiene profundidad.  Escogimos un lugarcito y ahí desayunamos, llevábamos todo para hacer unos sándwiches.

 

 

Apenas acabamos de comer comenzamos el regreso.  El camino estaba lleno de personas que apenas llegaban, pasamos decenas de grupos en trajes de baño con sus neveras en mano.  Algunos optaban por hacer el tramo en caballo o al menos cargarlo con todo lo que llevaban para el día de campo.

 

Para cuando llegamos a la Zaigua el estacionamiento –muy amplio- ya estaba lleno y tres camiones de turismo obstruían el camino. Nos acercamos con el chico que nos dio la entrada para agradecer su hospitalidad y tomamos carretera hacia Palomino. 

 

El trayecto es bastante disfrutable ya que gran parte de éste se hace justo al lado del mar Caribe y se ven las tonalidades de azul del agua extenderse y mezclarse entre ellas. Palomino no parece sorprendente  a primera vista, la carretera lo atraviesa dejando polvo por todos lados, pero más hacia adentro te encuentras con el bosque y su río. 

 

El es Julio
El es Julio

Sabíamos –por Dany- que uno de los atractivos es bajar el río en un flotador/llanta/dona de hule hasta que desemboca en el mar.  Apenas llegamos al pueblo vimos a un hombre sentado junto a una pila de flotadores, después de que David le contara de nuestro proyecto el hombre accedió a no cobrar los COL$ 10,000 por persona para poder usar los flotadores.  Ese es uno de los mejores lugares para rentar el flotador debido a la cercanía que tiene al río, además seguro les dejan un buen precio, solo pregunten por Julio Cesar Tangarie (tel. 3116960336), él esta justo al frente de la  primer gasolinera (dirección Santa Marta-Rio Hacha)

 

Estacionamos la Zaigua, nos pusimos los trajes de baño, protector solar, tomamos agua y los flotadores y nos pusimos en marcha.  Hay que caminar durante una hora u hora y media, hasta un lugar llamado Techos Rojos, más allá no se puede ir porque hay una comunidad indígena en la que no permiten el paso.

 

El recorrido es muy bello, lleno de árboles, mariposas y aves, estaba un tanto nublado y eso nos ayudó bastante con el calor. En el camino nos fuimos topando con otras personas que también iban con su flotador hacia Techos Rojos, algunos necesitaban descansos para seguir caminando y otros llevaban niños pequeños que los retrasaban. 

 

Llegamos al rio sudando a chorros, hacía calor y la última parte del trayecto fue una pendiente pesada, lo primero que hicimos fue echarnos al agua, segundo, subir al flotador y dejarnos llevar por la corriente.

 

La experiencia fue re-buena, el paisaje alrededor del río es de árboles y pinos frondosos mezclados con una que otra palmera, pequeñas áreas de arena blanca y muchas nubes en el cielo, en el agua se reflejaba el verdor de los árboles, en la orilla se veían pájaros amarillos y algunas garzas, solo debíamos dejarnos llevar por la corriente – y mantener el equilibrio. 

 

No llegamos hasta la desembocadura, decidimos parar justo debajo del puente que lleva la carretera, así nos sería más sencillo llegar a la Zaigua – ya teníamos mucha hambre.  Caminamos al lado de la carretera por unos cinco minutos, en el trayecto decidimos cuál sería nuestra comida: pizza.  Entregamos los flotadores y nos cambiamos la ropa, como aperitivo David compró dos arepas y dos chorizos, estábamos listos para esperar la pizza. 

 

La Zaigua al lado del bocho de los argentinos =)
La Zaigua al lado del bocho de los argentinos =)

Después de la comida fuimos un rato al único lugar que renta internet en Palomino, no pudimos actualizar nada en el blog porque debido a la versión del buscador ni siquiera abre nuestra página… Estábamos en eso cuando llegó un argentino a preguntar si la Combi era nuestra. Son una pareja que viene desde Argentina en un bocho (beattle, VW), estuvimos un rato platicando cosas del viaje de cada uno y ahora estamos cerca de la playa, ellos acampando y nosotros en la Zaigua, en un hostal/hotel en construcción que pertenece a un coronel y lo custodian dos soldados rasos.  Tambien la familia del coronel acampa aquí asi que será una noche de plática... 

Yo me escabulliré porque quiero dormir.

 

Andrea

 

 

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Comentarios: 4
  • #1

    amelia (domingo, 13 enero 2013 02:02)

    muy binitos lugares

  • #2

    Alejandra Valencia (viernes, 18 enero 2013 22:30)

    Por lo que veo en su foto, creo que no es Laurel de la India sino caucho, es típico del caucho la crecida de esas raices por todas sus ramas, sirven como lianas para colgarse y jugar, lo hacen mucho los niños.

  • #3

    Zaigua (sábado, 19 enero 2013 13:39)

    La verdad es que ahí si no sabemos... La mujer que atiende el café justo al frente del árbol fue quien nos dio su nombre cientifico (el cual honestamnte ya olvidé) y agregó que era comunmente conocido como Laurel de la India. Nunca habíamos visto un árbol así, pero tataremos de averiguar su nombre.

  • #4

    Miguel (lunes, 24 marzo 2014 03:23)

    Qué bonito vuestro viaje y la manera de contarlo. Gracias.
    http://2worldtree.blogspot.sg/2014/02/en-yangon-o-en-la-ciudad-de-los-oficios.html

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