De rumba

Increíble colibrí en la finca
Increíble colibrí en la finca

Esta mañana Ángela nos dio un paseo en la finca mostrándonos árboles frutales que tienen aquí.  Además nos llevó uchuvas, una frutita pequeña y redonda color naranja, que sabe dulce y a la vez tiene un poco de cítrico.  Terminé comiendo un platito entero, saben muy bien.

 

 

Después de pasear por la finca César nos ayudó con las ventanas: los empaques  se han ido desgastando y cada vez que llueve entra agua a la cama. César tiene silicona especial y por lo que nos dijo es muy efectiva; la puso recubriendo los empaques de todas las ventanas.  Cuando terminaron con el problema de goteras siguieron con la puerta del conductor, que dese hace un par de semanas no es posible abrirla desde fuera.  Se dieron cuenta de que hay una pieza interna de la manilla que está rota y fue imposible repararla.  Habrá que conseguir otra.

 

Los arreglos de la Zaigua les llevó mucho tiempo, cuando lograron terminar ya casi atardecía, Ángela nos invitó a comer arepas y a tomar panela (un dulce de la caña, en México se llama piloncillo, se pone en agua y se prepara una bebida caliente) con queso – el queso se corta en cuadritos y se pone en la bebida.   En un principio David y yo estábamos algo renuentes a poner queso dentro del agua, pero después de probarla nos gustó mucho.

 

 

Después de comer nos quedamos platicando un buen rato,  cayó la noche y entonces comenzamos a ver si saldríamos hoy, teníamos dos opciones, ir a La Calera o a Bogotá.  David y yo fuimos a cambiarnos de ropa, al regresar,  Ángela estaba esperando en el carro y luego llegó César. Iríamos a Bogotá.

 

 

Sombra de un mariachi
Sombra de un mariachi

El camino hacia Bogotá estaba lleno de carros y motocicletas que subían a los miradores de La Calera, alrededor de los miradores hay restaurantes y algún bar.  Había bastante tráfico. 

 

Una vez en Bogotá  fuimos a la zona en la que se concentran los mariachis, algo así como Garibaldi en Ciudad de México.  Los músicos parecían desesperados porque los contratasen, eran muchos grupos y todos al ver el carro pasar se acercaban, uno incluso corrió al lado del carro por varios metros ofreciendo sus servicios.  Fue triste no poder contratar a ninguno. 

 

David y César con sus arepas
David y César con sus arepas

En la zona vimos varios bares, para entrar a algunos las filas eran increíblemente largas. Había mucha gente caminando y movimiento en las calles. Fuimos hacia la zona T, que es donde se concentran varios lugares de ‘rumba’.  Lo primero que hicimos fue ir a un lugar que Julián nos recomendó para cenar, las Arepas Venezolanas.   David y yo pedimos la mexicana – que lleva guacamole-,  Ángela una vegetariana y César la campesina –carne, queso y frijoles. 

 

Salimos hacia un lugar que se llama Tokyo,  tenían dos salas una pop y la otra electrónica, además de barra libre.  Estuvimos bastante a gusto, platicamos acerca del viaje y de la idea que ahora tienen César y Ángela de hacer un recorrido por Sudamérica.  Fue algo muy positivo escuchar a César decir que nosotros, al igual que otros viajeros, lo inspiramos para comenzar su aventura.

Estuvimos ahí hasta que cerraron el lugar, luego en el estacionamiento seguimos platicando y así todo el camino hasta llegar a la finca. 

 

Fue una noche divertida y diferente  a las que hemos pasado aquí en Bogotá.

 

Andrea

 

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