Pesadilla para salir de Bolivia

Qué pena que nuestro día no terminara como empezó, nos levantamos con toda la ilusión de disfrutar nuestro último día en Bolivia y bastantes personas se encargaron de amargárnoslo.

 

Da gusto levantarse en un paraje como el de la laguna Hedionda y no escuchar ningún ruido salvo el de los flamencos y otras aves. La laguna era un claro ejemplo de la temperatura que habíamos soportado durante la noche, toda la orilla estaba congelada y los flamencos caminaban por encima del hielo. Con lo frágiles que parecen estos animales y lo que aguantan! Nosotros pasamos la noche con frío pero tolerable, la Zaigua lo llevó peor porque se había congelado buena parte del agua del motor y había que esperar a que se descongelará. Mientras tanto, aprovechamos para organizar la combi que venía hecha un desastre.

A media mañana salimos de la laguna, ya no estábamos solos, continuamente se veían pasar 4x4 llevando turistas. La verdad que a nosotros nos convenía ya que así era más difícil que nos perdiéramos. Pasamos por otras lagunas, la de Chiarkota, Honda y la de Ramaditas, todas ellas con flamencos.

 

De repente el paisaje cambió completamente, seguíamos rodeados de montañas nevadas pero estábamos en un desierto, el desierto de Siloli. El camino se puso bastante más exigente, incluso hubo un tramo que casi no pasamos. Había bastante arena y la furgoneta iba lenta porque se hundía demasiado, lo bueno es que casi no había piedras y podíamos ir por cualquiera de las decenas de caminos que otros vehículos habían formado.

 

Llegamos a uno de los puntos más característicos de este desierto, una zona de piedras enormes con una que llama particularmente la atención: el Árbol de Piedra. Hacía bastante frío y teníamos hambre por lo que dimos una vuelta rápida y ya descansaríamos más tranquilos en la laguna colorada, que equivocados estábamos.

Guardaparques
Guardaparques
El guía y el guarda parques estaban contentos por no dejarnos pasar
El guía y el guarda parques estaban contentos por no dejarnos pasar

Al llegar a la laguna nos encontramos con una barrera que nos impedía el paso, el guarda parques nos informó que nos teníamos que registrar porque íbamos a entrar a la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa. Me dirigí a registrarnos y uno de los encargados me dijo que teníamos que pagar 150 bolivianos por persona para poder pasar. Le comenté que nosotros estábamos en tránsito hacia San Pedro de Atacama en Chile y que esa era la única carretera, además ya habíamos gastado todos nuestros bolivianos, no traíamos más dinero y allí no había ningún cajero para sacar efectivo. Su tono cambió, nos dijo que no nos iba a dejar pasar, que nos teníamos que regresar y pasar por otro puesto fronterizo a unos 80km de distancia. Le dije que eso no era posible ya que la gasolina no nos alcanzaría. Además, en Uyuni ni la policía ni la oficina de turismo nos habían informado que teníamos que pagar para poder utilizar esa carretera, y eso que ellos mismos nos habían dado los mapas.

 

La discusión empezó a subir de tono ya que ni nos dejaban pasar, ni nos daban una opción para que les pudiéramos pagar, ni nos podíamos regresar. Empezaron a llegar los guías de diferentes tour operadores y lo único que hicieron fue empeorar más la situación, “menuda clase de turistas”, “ellos no quieren pagar” y blablablá. En vez de echar una mano todo lo contrario.

Les dijimos que no nos íbamos a mover y que viniera la policía a sacarnos de allí porque no nos íbamos a arriesgar a regresar y quedarnos sin gasolina. Igualmente le dejamos bien claro que estaban poniendo nuestras vidas en peligro al dejarnos sin comida y con unas temperaturas que bajarían hasta los -10°C.

 

Después de casi dos horas, pude hablar por radio con el jefe del parque, pensaba que iba a ser más razonable pero nada de nada. Seguía con lo mismo de que no queríamos pagar y yo le decía que nadie nos había informado de esa situación y que nosotros no teníamos problema en pagar, pero que allí no había ningún cajero, no nos pensábamos mover y que mejor mandara a la policía. Después de un rato me dijo que entonces pagáramos como nacionales (30 bolivianos), no sé qué parte de “nos gastamos nuestros bolivianos en Uyuni porque ya salíamos del país y no los necesitábamos” no entendió, luego que pagáramos en pesos chilenos, si ni siquiera hemos llegado a Chile! Cada frase que soltaba iba demostrando su raciocinio. Al final, la única opción que nos dio fue que nos esperábamos hasta las 19:00 para que se hiciera de noche y no pudiéramos ver nada mientras transitábamos. Le dije del peligro que íbamos a correr conduciendo por unos caminos sin señalizar, que no conocíamos y sin nadie que nos pudiera orientar. Le dio exactamente igual, o nos marchábamos a esa hora o no pasábamos.

 

No sabíamos que hacer, era bastante el riesgo que íbamos a correr pero también ya queríamos salir de allí, era imposible conversar con esa gente. Tuve que hacer un escrito en el que nos comprometíamos a salir durante el día de hoy y otro en el que se nos amonestaba por pasar sin pagar y por nuestra “mala educación”. El colmo fue cuando uno de los guarda parques se acercó a agarrarme la cámara para borrar todas las fotos que habíamos hecho del parque, increíble. Le dije que si me tocaba me daba igual que cargo tuviera pero que el problema que íbamos a tener todos iba a ser todavía mayor, ahí quedo la cosa.

Cuando ya casi ni se veía el camino, levantaron la barrera y nos dejaron pasar. Como nos temíamos, a los 20 minutos ya estábamos perdidos. No se veía nada, había caminos por todas partes y además estábamos atravesando lugares con nieve y hielo. En un momento dado, al darnos la vuelta por tomar un camino erróneo, la Zaigua se quedó atorada y estuvimos un buen rato inventando maneras de sacarla hasta que salió. El frío era horrible y estábamos perdidos en medio de la nada. Por suerte apareció un camionero y nos orientó hacia la frontera, si no hubiera sido por el no sabemos qué hubiera pasado porque estábamos totalmente desorientados.

Seguimos transitando por caminos horribles, llenos de hielo y muchos baches. A unos 6 kilómetros de la frontera otros guarda parques nos volvieron a parar para hacernos pagar la entrada. Ya no teníamos paciencia y enseguida discutimos, ya habíamos pasado su “maravilloso” parque de noche para que no pudiéramos ver nada arriesgándonos sin necesidad y otra vez íbamos a empezar con lo mismo. Estábamos cansados, con hambre y sobre todo con mucho frío, solo queríamos llegar a la frontera. Después de cinco minutos nos dejaron marchar.

 

Llegamos a las 23:00 al puesto fronterizo, no hay nadie y tenemos que esperar hasta mañana para poder salir de Bolivia. Ha sido un día para olvidar en donde la profesionalidad y sentido común de guías turísticos y guarda parques ha sido nula y nos han puesto en una situación de grave peligro ¿qué hubiera pasado si nos hubiéramos perdido? Ya veo los titulares “Rescatan a turistas irresponsables por no querer pagar entrada a Parque Nacional”. Vamos a dormir como podamos y lo mejor de todo es que mañana será otro día.

 

David

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