Una reflexión de lo que puede ser vivir en una gran ciudad

Las últimas noches, desde nuestra llegada a Mar del Plata, han sido noches de desvelo –lamentablemente no ha sido gracias a irnos de fiesta o por quedarnos hasta tarde charlando con alguien, sino por el ruido y la luz.  No deja de sorprenderme  lo desacostumbrados que estamos ya a las ciudades grandes.

 

Esta famosa ciudad costera, al igual que la mayoría de ciudades con estas dimensiones y afluencia turística, tiene sus cosas buenas y malas. Por un lado una amplia oferta de restaurantes, tiendas, cafeterías –me encantan-, librerías y demás ofertas comerciales.  Los precios aquí son mucho más competitivos que en cualquier otro sitio de Argentina en el que hayamos estado hasta ahora: un café que solía costarme $23, aquí me cuesta $14 y además viene con dos facturas incluidas (pan dulce en este caso); comer en un restaurante  no es nada caro, encuentras libros a $10 pesos y ropa por $20, por mencionar algunos ejemplos.

 

Pero –como en muchas, o todas las ciudades grandes- el tráfico marea: ves los chorros de automóviles avanzar en masa de un lado a otro tratando de esquivar a los más lentos; no se te ocurra pensar que alguien respetará el pase peatonal o terminaras atropellado –yo me salvé por un pelo.  El ruido es incesante, y no hablo de murmuros, sino de cláxones, silbidos, pitidos, chillidos y demás sonidos abstractos. Sé que para cualquier persona citadina esto es lo más normal del mundo y pensaran que soy una exagerada campesina que acaba de bajar del monte –yo lo hubiese pensado así hace dos años, cuando vivía en una ciudad de alrededor de cinco millones de habitantes y eso era mi sonido ambiente de todos los días. Pero ahora ese mismo ruido que antes me arrullaba, no me permite concebir el sueño hasta ya muy entrada la madrugada…

 

Ahora, hablemos de la gente, ¿qué le pasa a la gente de la ciudad? ¿Por qué es tan grosera, abstraída y amargada? No hablo de todos por supuesto, pero sí de muchos. Mi observación me ha dado por resultado una sola conclusión: Las ciudades son concentraciones híper-hostiles de personas que piensan que disfrutan de vivir así, cuando en realidad la mayoría apenas y sobrevive –al estrés por ejemplo.  Y hablo de todas las grandes ciudades del mundo, no solo de esta.

 

A pesar de que hemos estado en Argentina por casi cinco meses, es la primera vez que estamos en una ciudad de estas dimensiones; los últimos meses los hemos pasado en pequeñas ciudades y pueblos, además de unos cuantos días en la montaña/bosque; eso ha bastado para que nos sintamos totalmente fuera de lugar en un sitio como este.

 

 

Varias veces me han preguntado si me gustaría vivir en el campo, y siempre he respondido que no, que ‘necesito’ la ciudad: un centro comercial –con cine-no muy lejos, una cafetería y un hospital, me han sido factores importantes para considerar si un sitio es adecuado para vivir en el o no; además de la gente, el movimiento, estar ‘sola’ me deprimía.  Pero lo estoy reconsiderando seriamente: no tengo dinero que gastar en un centro comercial y el café que me preparo yo es en veces mejor que el que me venden –ni hablemos de la comparación en precios.  En cuanto al hospital, bueno, ese siempre es bueno tenerlo no muy lejos –uno nunca sabe.  Y la gente… con unas cuantas personas me conformo. Creo que me he ruralizado –parece que esa palabra no existe pero me explico ¿cierto?-  más de lo que hubiese querido. 

Pusimos nuestra tienda de artesanías en una feria local con cero éxito: la gente -que era mucha- ni siquiera nos volteaba a ver, tanto así que David soltó la frase “¡Parece que nuestras artesanías apestan aquí!” Sí, eso parece.  Decidimos probar suerte en la Plaza Colon, donde hemos estado estacionados estos días y ahí nos fue un poquitín mejor: la gente nos volteaba a ver y un par de personas se animaron  comprar, eso nos hizo sentir menos invisibles.

 

Me pareció  buena idea ir a comprar un café, así que me dirigí a la calle peatonal San Martin, a unas cuadras de la Plaza, y fue entonces que me di cuenta de lo mucho que me molesta la gente en cantidades obscenas: Tardé un total de 30 minutos esperando por mi café, 30 minutos en los que gente yendo o viniendo me empujó, gritó en mi oído, etc. Sin mencionar que tuve a dos ‘adorables’ chicas adolescentes a mi lado –por no decir encima de mí- insultándose sin consideración alguna ni para ellas ni para los que estábamos alrededor –por supuesto las ‘boludeces’ que decían eran en ‘buena onda’.  Me pitaban los oídos y me ardía la cara para cuando recibí mi café latte a pesar de que lo había pedido sin leche, al parecer había tanto ruido que no me entendieron al ordenar.  Tuve que ir al sanitario: 20 minutos más, desde que me formé en la fila para usarlo hasta que pude salir de ese infierno. 

 

Salí a la peatonal de regreso a la plaza solo para toparme –y topetearme- con más gente. Traté de subir mis ánimos y sonreí a una que otra persona que me golpeó por accidente, pero terminé siendo la loca demasiado ‘agradable’ que sonreía a los extraños, obviamente solo obtuve caras chuecas y amargadas en respuesta.

 

 

Lo sé, todo esto son solo detalles de la vida a los que cualquier citadino se enfrenta todo el tiempo, pero, ¿Por qué hacerlo? He conocido muchos lugares en los que la gente no solo te va sonreír de vuelta, sino que va ser considerada y va intentar demostrar su educación al estar en contacto con otra gente. 

Dejaré aquí mi sermón de ermitaña –bueno no es para tanto…-, espero que a algunos de ustedes los ayude a reconsiderar el lugar y la manera  en queestan pasando sus vidas. Hay gente para todo, así que no me sorprende que haya muchos a los que el ruido, el tráfico y otros sinsabores de las grandes urbes no les muevan ni un pelo, y por el contrario sepan exprimir los beneficios de la ciudad y estén encantados con sus vidas, pero si no eres de esos y vives en un sitio como este quizá deberías buscar otras opciones.

 

Yo estoy feliz  de que este sea simplemente un lugar de paso y no olvidaré Mar del Plata por permitirme haber hecho esta reflexión conmigo misma –y bueno, con David que se ha tenido que ‘tragar’ todas mis quejas…

 

 

Andrea

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Comentarios: 5
  • #1

    Juan Fernández (martes, 06 mayo 2014 08:16)

    Nos alegramos mucho el saber que se encuentran bien (en medio de todo) y nos alegra más el saber que siendo tan Jóvenes tengan la Gran FORTUNA de darse cuenta de en donde y de que manera se puede ser FELIZ y gozar la VIDA.
    Así qué .............siempre p'lante

  • #2

    Mabel Dalmas (viernes, 09 mayo 2014 17:06)

    Estoy de acuerdo contigo!!! vivo en COLONIA URUGUAY .NI TAN GRANDE NI TAN RUIDOSA pero si es cierto hay momentos que lo poco o lo mucho de ruido molesta.Lo de la gente a pesar que estamos muy cerca de Bs As no estamos tan estresados y tampoco tan histericos. Creo que nuestra idiosincracia es diferente. Lo que estan haciendo ustedes me encanta. BESOS

  • #3

    Zaigua (viernes, 09 mayo 2014 17:38)

    Juan, eso lo hemos ido aprendiendo poco a poco de gente como ustedes! Esperamos esten muy bien, y siempre pa'lante!! Un beso grande para ti y Gilda!! Siempre los recordamos con mucho cariño.


    Mabel, que gusto que Colonia no sea tan estresante, porque es nuestra siguiente parada jeje. Ahora nos toca descubrir Uruguay! Nos alegra mucho que compartas con nosotros nuestras vivencias y tu opinion! Un gran abrazo hasta Colonia!!! :)

  • #4

    Raúl (lunes, 15 septiembre 2014 14:08)

    El gusto sobre las ciudades, tiene que ver cómo uno se siente y lo que uno busca y desea.
    Siento demasiada críticas hacia Mar del Plata. Es una ciudad bellísima, demasiada poblada para mi gusto en cuanto a vacacionar. Estar topándome con gente en la playa. Pero como te han dicho antes, NO ES UN BALNEARIO (seguías hacia el este y ahí sí tenías -Pinamar, Ostende, Cariló, Valeria del Mar etc.-).
    Es más cuando fuiste de Bahía Blanca a Mar del Plata, hay un balneario llamado Monte Hermoso sobre la RN3 y de seguro que la hubieras pasado mejor.

    También influye el estado anímico tuyo por diferentes circunstancias (hartazgo de estar lejos de tu país, aburrida no estar en tu hábitat etc.)
    Pero hay muchos descalificativos que he leído de tu parte sobre ésta ciudad que no se corresponde.
    Lo que vos llamás grosería entre dichos de unas chicas, es normal acá. Es que tenés que diferenciar la forma conservadora y pulcra del mexicano, a la liberal que hay en muchos argentinos. En expresarse, en forma de vida etc.
    Esto no lo digo yo, sino buscá reportajes de tu compatriota (paisana/o en Argentina significa persona sin educación, analfabeta, bruta), donde habla la gran diferencia que hay entre las costumbres de un país y del otro. No digo cuál es mejor, porque es lógico que para vos como mexicana sea el tuyo, y para mí sea Argentina.

    Saludos y me ha encantado los reportajes que han publicado. Excelente material educativo.
    Gracias por sus visitas. Abrazos!

  • #5

    Raúl (lunes, 15 septiembre 2014 14:11)

    Soy del comentario #4.
    A tu compatriota me refería a Verónica Castro. Una gran actriz muy querida en Argentina, y de la cual siempre ella viene de visitas.

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