Llegamos a la gran ciudad brasileña: São Paulo

Los últimos días han sido casi por completo de carretera: kilómetros y kilómetros de asfalto, rodeados principalmente por sembradíos. Así que alrededor nuestro solo vemos campos verdes muy extensos que suben y bajan. 

No estábamos seguros de querer llegar a Sao Paulo, por las dimensiones de la ciudad y por los inconvenientes que siempre hay en ciudades grandes: es más complicado dormir en la Zaigua, se corren más riesgos, nos perdemos, etc., etc.  Pero nos enteramos de una reunión de autos clásicos que anunciaba SAMPA -club Volkswagen de Sao Paulo- en su página web, y decidimos incursionar un poco en la ciudad para probar suerte mañana en la reunión.

Antes de entrar en la ciudad el paisaje cambió por completo. Los sembradíos se convirtieron en sierra y comenzaron las curvas que después de un buen rato nos dejaron en la autopista que nos internaría en Sao Paulo.

El tráfico en esta ciudad no es cosa de juego, pero tuvimos la suerte de llegar en sábado, así que a pesar de que había uno que otro embotellamiento en general el tráfico iba bastante bien.  Los paulistas conducen demasiado confiados de sí mismos y ciertamente retan a la física con las maniobras que hacen al manejar; así que ya se imaginaran a la Zaigua –lenta y pesada–en la autopista. 

Nos dirigimos hacia el barrio en el que será el encuentro de autos clásicos mañana, que por suerte resulto ser un buen sitio para pasar la noche.  Gracias a todo el tramo que hicimos de autopista, ingresar a la ciudad fue mucho más sencillo de lo que pensábamos.  No tuvimos ningún inconveniente.

Ahora estamos ya instalados, después de ir al supermercado –que todo indica que nos metimos a uno de los más caros, o al menos eso esperamos, porque los precios estaban por los cielos. Todo india que –increíblemente–tendremos una noche tranquila en Sao Paulo. 

Andrea