Salvador de Bahía

Pelourinho
Pelourinho

Salvador de Bahía es una ciudad con ritmo propio, colorida, ruidosa, histórica y definitivamente vibrante. El centro histórico guarda memorias de la época de la colonia en cada piedra de sus calles y casas. Pelourinho es el nombre del barrio que define el casco antiguo de esta ciudad -que fuese la primera capital brasilera de la época colonial.

 

 

Se le dio el nombre de Pelourinho –que en castellano responde a “picota”– ya que en la época colonial era justamente una picota o viga, la que ocupaba el centro de la plaza de este barrio, y era ahí donde se castigaba y torturaba a los esclavos. 

Este pasado trágico fue una fuerte influencia para que después de la abolición de la esclavitud, el Pelourinho atrajera a sin fin de artistas que buscaron su inspiración en este sitio.  Las calles empedradas, las casonas pintadas de colores y los vestidos blancos de las bahianas que posan fuera de restaurantes y galerías, hacen de este barrio un sitio con encanto.

 

 

El centro histórico es una zona muy turística, y por ende, todo está preparado para recibir al turista: hay muchos restaurantes y tiendas de suvenires, y cada cuando alguien se te acerca para ofrecerte el menú de tal o cual restaurante y por supuesto “free caipirinha!”. 

 

 

Lamentablemente la realidad de Salvador también involucra mucha pobreza, indigencia y también una marcada discriminación –que sigue latente en todo el país–hacia la población negra.  

Nuestro paseo fue largo y sin embargo aún nos faltan muchas cosas por ver; digamos que por el momento, solo vimos “la fachada” del centro histórico, pero nos falta por visitar sus galerías y museos.

 

Fuimos al elevador Lacerda, que data de 1873 y frente al cual se encuentra el Mercado Modelo –centro artesanal que conforma también parte de la historia de la ciudad. De ahí continuamos nuestra caminata entre las callecitas y las casonas, los restaurantes y las tiendas, y las muchas iglesias del casco antiguo.

 

 

El ambiente del centro histórico es tranquilo durante el día ya que hay una fuerte afluencia de turistas, pero en cuanto comienza a caer el sol el ambiente cambia y conforme desaparecen los turistas, aparecen los indigentes. Un aire tristón llena las calles y la fachada deja ver la realidad…

En información turística nos dijeron que no hay problema con seguir turisteando por la noche –digamos, en las plazas en que se reúne gente–pero aun así preferimos irnos temprano del centro y buscar un lugarcito para estacionar la Zaigua y descansar.

 

Ninguna estación de servicio nos permitió quedarnos y las estaciones de policía que vimos no tenían espacio para aparcarnos, así que seguimos buscando hasta llegar al barrio Vitória, en el que se concentra una de las clases socioeconómicas más altas de Salvador. Sorprendentemente la población mayoritariamente  negra que vimos durante todo el día se “quedó fuera” de este lugar; de pronto la mayoría de la gente que vemos paseando a sus perros y ejercitándose al aire libre, es blanca.  Creo que esto ejemplifica de forma clara la discriminación–o más bien una de sus formas– aquí en Brasil.

 

Tenemos que regresar para seguir con nuestro recorrido en Pelourinho, para poder conocer más de esta ciudad y de su gente, de la comida y la cultura afrobrasilera.  Por lo pronto, nos enfocaremos en descansar un poco y disfrutar de la serenidad de la noche, ya que una de las características más notorias de Bahía–además de su belleza natural y riqueza cultural– es que es muy ruidosa.

 

 

Andrea

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